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Gal, un ejemplo del audiovisual desde las regiones

Por: Sergio González

 

“Creo que tenemos mucho por contar, en las regiones es donde están las esencias aún
escondidas de las historias que nos hacen ser lo que somos”. Así define Jairo Tarapuez
Jaramillo su incentivo para llevar a cabo la película Gal, montaña de fuego que será
presentada en el festival de cine corto de Popayán.

 

El cortometraje Gal, montaña de fuego es un audiovisual animado realizado utilizando la técnica de stop motion, el cual relata la historia de Gal, una criatura creada por el dios Inti, identificado por las culturas precolombinas como el dios sol. La criatura con aspecto de felino nace de la laguna de la Cocha, ubicada en Pasto, Nariño, y representa el salvajismo que hay en la naturaleza. A pesar de tener cualidades potencialmente destructivas, relacionadas al fuego, Jairo Tarapuez apunta que “no tiene ninguna intención maligna, sino que simplemente es un ser natural, como cualquier otro”. Además de los personajes ya mencionados también se encuentra la Pacha Mama que ejerce de pacificadora, remedia el caos provocado por Gal y complementa una narrativa que, como dice el director del cortometraje “habla sobre el equilibrio que debe existir entre el ser humano y las fuerzas de la naturaleza”. Continuando con lo mencionado anteriormente, el nombre Gal refiere a el volcán galeras. La frase “montaña de fuego” que complementa dicho nombre, es en realidad el significado que tiene la palabra ‘Urcunina’ la cual es la forma que los indígenas Quillasingas denominaban al volcán en cuestión. 

 

¿Cuál es el relato en el que se sustenta el cortometraje?

“Es un relato originario de cómo nacen los volcanes y también habla sobre los aspectos que nos hacen ser de la región, de esos aspectos olvidados que nosotros tenemos al ser parte de este entorno, de este territorio. Nos olvidamos de la esencia de los volcanes, de la esencia de la naturaleza, tal vez a veces la gente dejando de lado la religión termina buscando a dios en cosas muy abstractas, que van más allá del pensamiento, sin entender que esa esencia divina está en la misma naturaleza”.

 

Este tipo de historias que se fundamentan en mitos locales, son las que para Jairo Tarapuez tienen la capacidad de hacer que el espectador conozca y se reconozca en las concepciones de mundo, cosmovisión, prácticas y expresiones culturales e identidades que son variadas y permean la geografía colombiana, pero que están en segundo plano, tras el cine comercial. El cine hollywoodense, como él lo denomina ha impuesto determinados imaginarios y se construye bajo formatos específicos, por lo que no solo predomina a nivel económico y técnico, sino también discursivo e identitario, y cambia la autopercepción de las personas o hace que quienes consumen dichos contenidos sean ajenos a su entorno y a la riqueza cultural que ellos albergan. Por este motivo, producir contenidos audiovisuales desde las regiones es para Tarapuez un pilar para romper la brecha entre lo comercial y lo local, y que se empiecen a consumir discursos que hablan de nuestras realidades.

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¿Es el audiovisual el mejor medio para difundir y visibilizar los relatos e identidades de las regiones?

“Definitivamente sí, en este momento en que se ha vuelto una sociedad tan visual, en el que todo está observado a través de una pantalla, el audiovisual es el medio adecuado para llevar ese reconocimiento de esas historias nuestras y mostrarlas a los demás. Afortunadamente estamos en una época en que empiezan a borrarse las brechas, porque esas brechas lo que hacen es que tal vez sintamos que lo nuestro no vale tanto, o sentir vergüenza por lo que somos, por lo que hemos sido, por los apellidos que tenemos, porque lastimosamente así fue la colonización de acabar con todo, de hacernos sentir inferiores”.

 

Sin embargo, los relatos locales no solo deben sobreponerse a las brechas que se generan frente al cine comercial, sino también a determinadas situaciones como la violencia que se han transformado en tópicos alrededor de los cuales se construyen las narrativas y que han invisibilizado el valor de las regiones. En palabras de Tarapuez, “la violencia es una narrativa que está muy arraigada al audiovisual, y que hasta el dia de hoy la vamos viendo, aunque ya se va difuminando pero sigue presente. Es necesaria por el reconocimiento histórico pero afortunadamente se va tratando de otras maneras, se va reconociendo las cuestionas más elementales de estas situaciones y vamos dando paso a las cuestiones más trascendentales que son las que sí nos representan como lo que en verdad somos, porque nosotros no somos violencia. Somos algo más, tal vez más ancestral que viene de mucho atrás, que algún día vamos a acabar reconociendo”.

 

El proceso de planeamiento y ejecución del cortometraje se inscribe en el marco de un colectivo de cine de Ipiales, llamado ‘Cámara Oscura’, del cual Jairo fue uno de los fundadores y cuyo propósito inicial fue ser un cine club al que posteriormente se le fueron añadiendo otras actividades como la realización de talleres. “Esos proyectos donde se desarrollaban esos talleres fueron el primer acercamiento. Fue muy importante cuando generamos el vínculo con Miguel Urrutia, él es el precursor del cine recursivo y que nos legó o nos dejó una buena filosofía que era que, si uno quiere hacer cine puede hacer cine con lo que tenga la mano”.

Sin embargo, la pandemia obligó al confinamiento lo que impidió la reunión en el teatro de la casa de la cultura de Ipiales, por lo que las dinámicas también se transformaron. “Vino la pandemia y nos obligó a encerrarnos, y después de eso empezaron a surgir las ideas dentro de la casa y a proponerse qué hacer después de esto. Entonces surge la idea de participar en las convocatorias de estímulos del Ministerio de Cultura y de traer nuevamente el INI (Imaginando nuestra imagen) a Ipiales. Se convirtió en un objetivo para nosotros”.

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De esta manera se buscó innovar, llevándolo al audiovisual animado y creando el laboratorio ‘Imagianimando’ consiguió el apoyo, a pesar de las dudas de los jurados sobre la viabilidad, considerando que se contaba con un tiempo de alrededor de 7 meses, mientras que los productos realizados en stop motion pueden llegar a tomar alrededor de dos años. En base a este proyecto se realiza una convocatoria de la que quedan cuarenta cupos de los sesenta postulados, y finalmente se realiza una depuración hasta que se seleccionó el relato de Ximena Portilla, ‘Gal, montaña de fuego’ para trasladarlo al audiovisual. 

El cortometraje que será presentado en el festival de cine corto de Popayán ya fue presentado en el festival Bogoshorts en la ciudad de Bogotá donde tuvo buena acogida, tal como lo expresa Jairo Tarapuez: “Hubo 3 proyecciones allá y en las 3 la gente se nos acercó, les gusto el corto, la música y nos decían que era muy chévere que hubiéramos llevado las historias que nacen de la ancestralidad, que les hayamos dado a conocer y a recordar lo que nosotros en realidad somos. ellos siendo de Bogotá se sentían muy identificados, y daban gracias por esa recuperación de lo que es nuestra esencia, de volver a reconocernos en nuestras historias, en nuestros mitos, en nuestras leyendas y en esos paisajes naturales que son tan importantes”.

Tal fue la acogida que Tarapuez como representante del proyecto, ya recibió invitaciones para que su cortometraje fuera proyectado en París en el Décimo panorama de cine colombiano y en Suiza en el festival Pantalla Latina. 

“Es un descubrimiento para uno, porque uno mira la historia y es muy bonito, pero como estamos tan empapados ya uno lo ve muy común. Uno se pone a pensar y dice qué loco, si en Bogotá a la gente le impactó tanto, como será en Francia que es totalmente distinto, como será en Suiza, que ellos tienen otra cultura, otra forma de ver la vida, otra idiosincrasia, otra cosmovisión”.

 

Jairo Tarapuez, como director de ‘Gal, montaña de fuego’ se encuentra en el momento de mayor crecimiento en su carrera como realizador audiovisual. A pesar de ser egresado de contaduría pública, lleva siguiendo su pasión por cerca de cinco años, aprendiendo de manera autónoma, participando en otros proyectos e intentando seguir creciendo tanto para cumplir su propio sueño de infancia y juventud como para poder aportar un mensaje valioso por medio del audiovisual.


 

¿Cuáles son sus proyectos y aspiraciones de futuro en el mundo audiovisual?

“Mi aspiración es poder aportar narrativas que fortalezcan nuestra identidad frente a lo externo, y que quien mire esas narrativas a través del audiovisual se llene de algo que le despierte una esencia de sanación del ser, de memoria, de reconocimiento. A otros niveles también mi aspiración es poder hacer algo mejor respecto a lo técnico porque la narrativa está, estamos muy bien enfocados, pero nuestra meta es tener más competitividad en el aspecto técnico, porque esa puede ser una de las diferencias entre las producciones extranjeras y las nuestras. Buscamos hacer productos muy profesionales, pero siempre enfocados en nuestro territorio o lo que podamos representar desde esa visión”.

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